Cuando comienzas una relación, todo parece perfecto. La emoción, la chispa, la expectativa, el misterio de lo desconocido. Eso es la dopamina en tu cerebro, empujándote hacia esa nueva persona, llenándote de energía, haciéndote sentir como si todo fuera posible. Pero la realidad es esta:
Esa dopamina, esa chispa, no va a durar. No está diseñada para durar. Y si no sabes cómo manejar ese cambio, tu relación se derrumbará.
Lo que era emocionante se volverá monótono. Lo que te hacía sentir vivo comenzará a desvanecerse. Lo que parecía fantástico se verá normal.
Aquí está el problema: Muchas personas no entienden cómo funcionan las relaciones a largo plazo. Se aferran a la idea de que la emoción inicial es lo que mantiene viva la relación.
Pero esa emoción es solo la fase uno. Es el gancho, el comienzo, no el final. Y cuando la dopamina empieza a desvanecerse, que lo hará, si no te adaptas, tu relación también empezará a desmoronarse.
Pensarás que esa persona ya no te gusta. Que de repente todo cambió. Y toda tu ilusión previa de repente pasará a ser decepción.
La clave para evitar que tu relación se derrumbe es entender que, en algún momento, la dopamina tiene que dar paso a algo más profundo. Y aquí es donde entra en juego el presente, el “todos los días”.
La dopamina está orientada hacia el futuro, siempre empujándote hacia lo que está por venir. Pero lo que realmente mantiene una relación en pie no es el deseo por lo que vendrá, sino la gratitud y el aprecio por lo que tienes ahora.
Ahí es donde juegan en tu cerebro otras moléculas, como la oxitocina y la serotonina. Estas son las que construyen el verdadero vínculo, el que dura.
Entonces, ¿cuál es el paso que debes dar? Es simple:
Aprende a disfrutar del presente. Valora en esa persona lo que es y no lo que podría hacer. Aprenda a disfrutar con ella de las cosas cotidianas sencillas. Deja de depender de la emoción de lo nuevo y comienza a apreciar lo normal, lo estable.
Eso no significa que tu relación tenga que ser aburrida. Significa que debes encontrar satisfacción en las pequeñas cosas:
Las risas, los momentos de tranquilidad, las dificultades superadas juntos. Porque es ahí donde se encuentra la verdadera fortaleza de una relación.
No puedes depender de la dopamina para sostener tu relación. Si lo haces, siempre estarás buscando algo nuevo, algo emocionante, y cuando no lo encuentres, sentirás que algo está mal.
La verdad es que nada está mal. Lo que sucede es que tu relación está evolucionando. Está pasando de la fase de la novedad a la fase de la estabilidad. Y eso es bueno. Ahí es donde se construyen las bases para algo duradero.
Este es el paso: Deja de enfocarte en lo que falta o en lo que podría ser, y empieza a concentrarte en lo que ya es. Si puedes hacer eso, si puedes apreciar en la otra persona las cosas sencillas, tu relación no solo sobrevivirá este cambio, prosperará.
El amor que dura no se basa en la emoción y excitación intensas. Se basa en disfrutar de compartir, de construir.
Para que tu relación dure, necesitas aprender a ver en tu pareja a un compañero, una compañera. Tienes que disfrutar de la serotonina, la oxitocina y las pequeñas gratificaciones diarias.
Para que tu relación siga teniendo momentos excitantes, cada uno debe seguir creciendo por sí mismo, teniendo algo nuevo que ofrecer que vuelva a generar dopamina.
Ese es el paso. Hazlo, y no solo salvarás tu relación, sino que la harás más fuerte que nunca.