¿Cuántas veces te has encontrado mirando ansiosamente tu teléfono, esperando un mensaje que no llega? ¿Cuántas noches has pasado analizando cada palabra, cada silencio, buscando desesperadamente señales de interés en alguien que claramente no te corresponde?
Sí. Conociste a alguien muy especial. Mensajeaban, se mandaban audios, caritas, iban a salir, o salieron… hasta que… desapareció, o empezó a desaparecer. Y ahora, necesitas saber qué pasó. Pero, ¿realmente lo necesitas?
La verdad puede ser difícil de aceptar, pero es simple: La falta de respuesta es, en sí misma, una respuesta. No le importas. Duele, pero es la verdad: No le interesas.
…
Es hora de dejar de auto-engañarte. Esa persona no está ocupada, no está indecisa. Simplemente no le interesas tanto como para darte una respuesta. ¿Por qué seguir torturándote con falsas esperanzas?
¿Sabes por qué ese silencio, duele? Porque es un grito de indiferencia que dice… “desinterés”. Lo sabes, pero no quieres escuchar.
Y cada segundo que pasas esperando, destruyes tu dignidad. No vales nada para esa persona, y tu insistencia lo único que hace es confirmarle tu propia falta de autoestima.
…
¿Por qué necesitarías un rechazo, explícito? ¿Eres tan ciego, estás tan desesperado, que prefieres seguir humillándote? Es momento de responderte preguntas difíciles.
Porque, la verdad es que no te respetas, no te valoras. Eres un mendigo de su atención, eres un lastre para ti mismo y tu felicidad. Pero… no tiene porque ser así.
Si duele… que te rechacen, te ignoren, te menosprecien. Pues, usa ese dolor y despierta. Cambia, crece, fortalécete, haz algo por ti.
…
Lo harías si supieras que mereces más.
Que no necesitas la validación de nadie para saber tu valor. Que tu valía no depende de la atención de otros. Que si aprendieras a soltar lo que no te valora y enfocar en ti tu energía, tu vida sería distinta.
Para empezar… ¿Cómo sería tu vida si te trataras a ti mismo como tanto querrías que esa persona lo hiciera?
Suena cliché, pero, respétate, lo mínimo, como para no conformarte nunca con menos de lo que mereces.
…
Quieres que esa persona te corresponda. Pero atraer a alguien no se mendiga, lo logras en ti o no. Lo eres, o no, y punto.
Mejor pregúntate: ¿Te sientes atractivo? ¿Qué tanto estás haciendo para ser serlo? Si tuvieras que escribir en una hoja todas las razones por las que eres una persona atractiva, ¿podrías llenarla, o no sabrás que poner?
…
Si no te cuidas tú, si no te valoras tú, si no inviertes tú en ti, nadie lo hará. Es una dura verdad, pero es verdad, estás solo. ¿No lo ves?
Voltea y mírate al espejo: ¿Lo cuidas? ¿Lo valoras? ¿Inviertes en él? No solo lo merece. Lo necesita. ¿Qué vas a hacer?
…
La semilla de todo lo bueno que va a sucederte en la vida empieza invirtiendo en ti mismo. La vida ofrece mucho más de lo que imaginas, y todo comienza con amor hacia ti mismo. ¿Pero cómo reprogramas tu cerebro para creer eso?
Cambia tus acciones. Cambiarán tus resultados. Entonces podrás creer sobre ti cosas distintas. Como que siempre estuviste para más, como que tus límites nunca fueron los que pensabas.
…
Pero no te confundas. Amor propio no es tener lástima por ti mismo. Amor propio no es esperar compasión de nadie. Amor propio es atreverte, a darte en la madre, por ti, para construirte, todos los días. Aunque duela, incomode o dé miedo. Aunque cueste, aunque tengas que sacrificar otras cosas. Aunque tengas que reconocer que no estás donde quieres, ni donde puedes.
A veces, de hecho, el amor propio significa mirarte al espejo y reconocer: “No estoy satisfecho conmigo, tengo cambios que hacer”. Y luego, tener el coraje de hacer esos cambios.
…
Aprender nuevas reglas, nuevos patrones. Por ejemplo, que siempre que tengas que elegir y estés entre las opciones, debes optar a ti. Porque todo lo bueno que haya en tu vida viene de ahí.
Porque mientras no pongas en ti tu atención nunca vas a crecer. Y si no creces no habrá nadie a quien le intereses. Y tú lugar siempre estará de ese lado del celular. Los que siguen esperando respuestas de gente que ni se acuerda de ellos.
…
Si tu tiempo fuera realmente valioso, no lo dedicarías a quienes no lo valoran. Y da igual si no te gusta saberlo, porque el que te guste o no, no cambia tu realidad. ¿Sabes qué si la cambia?
Enfrentar verdades incómodas, y hacer algo. Así que, aprendes, o sigues arrastrándote por migajas. ¿Qué eliges? ¿Voltear, y poner en tu atención, o prefieres seguir esperando mensajes que no llegan?
Por cierto. Si quieres jamás volver a ser de los que se quedan esperando mensajes que no llegan, descarga mi último libro: “Primero tú – luego todo”. Ese libro no es un extra, es la base.
¡Arre!