Cómo Vencer El Miedo Y Despertar Tu Verdadero Potencial De Vida

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¿Cuánto dejaste de hacer, de sentir o vivir por el maldito miedo? ¿Cuánto dejaste de descubrir, alcanzar o construir? ¿Cuánto dejaste ir porque son tan intocables tus miedos que no te atreves a pasar por encima de ellos? ¿Quién serías sin ellos y quién eres ahora?

Es posible que a la fecha, ya lo hayas olvidado. Suena absurdo, pero no lo es. Nuestros miedos pueden ser más grandes de lo que logramos imaginar o comprender.

Piénsalo. Lo has sentido, sabes cómo es…

El miedo a intentar algo importante y fracasar.

El miedo a que esa persona que te gusta pueda rechazarte.

El miedo a no saber qué hacer, a no saber cómo reaccionar.

El miedo a contradecir, a levantar la voz, a ser diferente y que no te acepten por lo que eres.

El miedo a dejarlo todo, por la esperanza de algo mejor.

El maldito veneno que quizás sin saberlo, te tragas cada día sin siquiera darte cuenta. Tu refugio más frío y fúnebre, pero el más conocido.

¿Qué quedó de ti, después del miedo? ¿Qué quedó de quien realmente eras?

A veces, nos comportamos como si estuviéramos más enamorados de nuestros miedos, que de los sueños más grandes que alguna vez tuvimos.

Absurdos, malditos, adictivos y omnipresentes miedos.

Capaces de hacerte esperar indefinidamente hasta renunciar. Capaces de volverse más grandes que todos tus deseos juntos.

¿Qué tiene que estar pasando, o qué tan mal tienen que estar las cosas, para que puedan sean los miedos, más grandes que los motivos?

Es normal, pero no debería serlo. Debería ser absolutamente extraño y sorprendente, que la gente prefiera abrazar los miedos, que abrazar y proteger sus sueños. Y a pesar de ello… Renunciar a todo, por defender tus miedos, es normal, y siempre sobrarán pretextos para justificarlo.

Lo he dicho antes, porque no se puede hablar de lo que hablo ignorando esto: La mayoría de nuestros temores, nunca se harán realidad. La mayoría sólo vivirán en nuestra mente porque un desafortunado día dejamos que alguien o algo los instalara ahí.

Y nos volvimos prisioneros, pero no somos tan inocentes, porque si pasó, es porque dejamos que pasara.

Y no digo que no haya miedos reales o que tengan sentido.

Un poco de miedo, está bien, es una alerta para recordar que a veces hay peligro, y que a veces es necesario agudizar los sentidos.

Hay miedos que tienen todo el sentido de estar ahí, porque a veces los peligros son reales.

Pero hay tantos malditos miedos, que no tienen ningún sentido y no van a protegerte de nada. Bueno, sí. Van a protegerte de alcanzar tu verdadero potencial de vida.

Por ejemplo, suele avergonzarnos, saber que caímos, o que alguien nos vio caer. Porque creemos que quien fracasa, es un fracasado. Y no lo es.

Fracasado es el que no lo intentó. El que decidió que quedarse tenido sobre el piso, también era opción. El que soltó sus anhelos y deseos para tomar sus miedos. Ese, es un fracasado.

En el futuro, en tu nuevo trabajo, en tu nuevo proyecto, en tu nueva relación o en esa nueva aventura… Volverás a sentir miedo, varias veces, en momentos distintos, de diferentes maneras.

Y tú decidirás si quieres ver ahí una derrota definitiva y dejarte vencer, o una oportunidad. Y ten cuidado porque lo que hagas entonces, lo repetirás de nuevo.

Andarás escalones arriba o escalones abajo. Y quién sabe, si para siempre.

Estrellarte contra la pared a veces, o un montón de veces, y caer, o perder, creemos que es algo que deberíamos evitar. Y no es así.

Equivocarte o fracasar sólo significa que a pesar de todo, lo sigues intentando. Es sólo una prueba. Una pared más que debemos destruir a pedazos. Un obstáculo más que debemos aprender a sortear.

Aunque duela, aunque ponga a prueba nuestro carácter, nuestro coraje, nuestra voluntad, o la resistencia de nuestro corazón. Aunque siempre evitaremos caer, caer, en sí, es absolutamente productivo.

Creemos que el éxito se mide en aciertos y triunfos. Y la verdad, no. Porque no se acierta sin haber aprendido. No se triunfa sin haber fracasado. No se aprende nada nuevo si no se necesita y no se vive si no se está en el lugar y el momento en donde ocurre la vida.

Quizás, sólo estamos listos para ganar cuando antes hemos perdido.

Quizás, lo único que diferencia un miedo real de uno imaginario, es si el peligro es verdaderamente mortal.

Y si no lo es, deberías seguir avanzando, deberías seguir intentándolo. Porque si eso que te mueve, que quieres lograr o conseguir y te da miedo, no lo tienes, entonces sólo puedes ganar.

Y si al intentarlo pasara algo terrible, pero no es mortal, podrías sonreír por dentro. Porque acabas de tocar la puerta de otra nueva importante etapa en tu vida, de una nueva oportunidad.

Y es emocionante porque no sabes lo que pasará. No sabes lo que vendrá. No sabes si estás listo, y probablemente no lo estás. ¿Y qué? Vas a descubrirlo, y eso significa que estás vivo.

Estás viviendo, y eso es lo importante.

A lo que único que deberíamos temer, es a morir. Pero no sólo a cuando nuestro corazón deja de latir y nuestro cuerpo de funcionar, sino a morir en vida.

A no soñar volver a soñar despierto, a no volver a emocionarte como un niño. A no volver a estar a prueba, a no querer intentarlo una vez más. A no sentir nervios, tu corazón latir fuerte y tus manos sudar por lo que viene.

Duele, pero es a través de enfrentar experiencias terribles y miedos como gigantes, que se forjan los grandes hombres y las grandes mujeres.

Todos los fracasos, sólo son nuevas oportunidades.

Y no lo estoy diciendo para que suene lindo, porque no creo en utilizar las palabras para disfrazar una realidad mientras todo se derrumba. No. Lo digo porque no importa de quién hables o quién te inspire o si se trata de ti mismo.

Quien ha triunfado, también ha fracasado, y no es casualidad.

Piensa en aquello en lo que eres el hombre más cabrón o la mujeres más cabrona.

Lo eres porque aprovechaste la oportunidad que te brindaron las pérdidas y los fracasos. Lo eres porque diste el paso hacia adelante, a ciegas, sin saber qué pasaría.

Y aguantaste como los grandes, aun cuando no estabas listo. Y si lo hiciste antes, puedes hacerlo de nuevo. Y si no lo has hecho antes, puedes hacerlo por primera vez.

Abre bien los ojos, porque las mejores nuevas oportunidades y las mejores nuevas etapas, siempre se presentan. Y podrás decir que no las ves, y tendrás razón, porque se presentan disfrazadas de temores.

¿Eres tú, o el miedo, lo que ves cuando te paras frente a un espejo?

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Hasta pronto, y recuerda que todo lo que haces te convierte en quien verdaderamente eres.

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